Mónica Alda Sanz's profile

Raíces, colaboration with @cerocoma_

Raíces

Érase una vez un pequeño ruiseñor que nació en la rama más alta de un árbol. Desde allí arriba podía contemplar el silencioso bosque que descansaba bajo su nido. Al salir del cascaron, lo primero que hizo fue entonar una alegre melodía que sorprendió a todo aquel que la escuchó. Era fácil pensar que el pajarillo llevaba años ensayando dentro del huevo, puesto que aquella canción era tan bella que ningún otro animal hubiera sido capaz de igualarla.

Los árboles, embelesados por el canto del ruiseñor, decidieron mover sus ramas al ritmo de sus notas y oponer resistencia a un fuerte viento que llevaba años meciéndolos sin su permiso. El viento, ante este imprevisto, decidió marcharse a otro lado donde le hicieran más caso.

Las abejas del todo el valle, conocedoras de la nueva noticia, decidieron acercarse al bosque. Ahora ya no deberían preocuparse por unas ráfagas de aire terribles que les impedían construir sus colmenas. Sin ser conscientes de ello, estas fueron polinizando velozmente el campo. Lo que hasta entonces había sido un bosque triste y abandonado, se convirtió en el hogar de miles de plantas nuevas y como resultado, de muchos animales que se decidieron mudar allí.

Ya fueran plantes o animales, todos cerraban los ojos por la noche sabiendo que al día
siguiente se despertarían con el alegre canto del ruiseñor.

Pero como sucede en todas las historias, no todo pudo ser armonía y bellas melodías. Con el paso del tiempo, de las estaciones y de los inviernos, el ruiseñor se fue apagando poco a poco. Cada vez retrasaba más la hora de levantarse y de despertar a todo el bosque. Las melodías que entonaba empezaron a resultar realmente tristes y melancólicas. Hasta que un día, sin previo aviso, dejó de cantar.

—¿Qué te sucede? Últimamente te noto diferente —le preguntó un día el árbol en el que vivía el ruiseñor.

—Si te soy sincero, no lo sé. Durante este tiempo atrás, estaba alegre y me despertaba con ganas de cantar. Sin embargo, algo ha cambiado. Ya no tengo esa ilusión y solo me apetece estar durmiendo en mi nido —le respondió el ruiseñor.

—Sabes que si no eres feliz en un lugar, siempre puedes irte, ¿verdad? Sobre todo tú que tienes esa suerte —dijo el árbol.

—¿A qué te refieres? —le preguntó el ruiseñor.

—Me refiero a la parte inferior de mi tronco. Las raíces. Ellas son las responsables de que no me caiga, pero también las que impiden moverme de aquí por mucho que quiera. Tú en cambio, tienes alas. Si no estás a gusto aquí tan solo debes utilizarlas y volar hacia otro lugar.

—¿Y si acabo en un lugar peor? —preguntó el ruiseñor cabizbajo.

—¿Y si? ¿Y si? ¿Y si? —dijo el árbol imitando al pequeño pajarillo—. ¿Y si te pasas aquí toda la vida, mientras que ahí fuera hay un lugar perfecto esperándote? Eso es lo que realmente debería darte miedo, chico. Recuerda, no tienes raíces.

A la mañana siguiente, el ruiseñor alentado por las palabras del árbol, batió las alas con fuerza y se marchó. Nadie en el bosque volvió a saber nada de él. Excepto el árbol. Que siendo el más alto de todos y sobresaliendo del resto de vegetación, veía volar al pajarillo a menudo entonando aquella alegre melodía que unos años atrás fascinó a todos.

@cerocoma_
Raíces, colaboration with @cerocoma_
Published:

Raíces, colaboration with @cerocoma_

Illustration for a short tale by @cerocoma_. Personal work

Published: